Qué es el Alzheimer


El alzheimer es una enfermedad cerebral que afecta a la memoria, al pensamiento, al carácter y al comportamiento. Aunque afecte en su mayoría a los mayores, no es un elemento normalizado del envejecimiento de las personas.

Es la forma más común de la demencia, representando alrededor del 80 por ciento de los casos. Con demencia describimos una serie de síntomas tales como la pérdida de memoria, la confusión, la desorientación en el espacio y en el tiempo, los problemas con el habla, la escritura y la lectura. Todo ello  afecta de forma severa a la vida normal de la persona enferma.

Aproximádamente el 70 por ciento de las personas afectadas por alzheimer u otro tipo de enfermedades neurodegenerativas viven en sus hogares, con lo que todo su entorno familiar se ve afectado por esta situación.

Es una enfermedad incurable. Las condiciones intelectuales perdidas no se recuperan. Y con el paso del tiempo, la persona empeora necesitando de más apoyo y cuidados. Las terapias farmacológicas junto con las de estimulación cognitiva nos pueden permitir retrasar el avance de la demencia. Por ello es necesario un diagnóstico temprano.

¿Cuándo podemos intuir que una persona se encuentra afectada por alhzeimer u otro tipo de demencia?. Hay una serie de señales que nos pueden hacer sospechar de la aparición de la enfermedad. La persona puede experimentar una o varias de ellas en grados diferentes:

  • Pérdida de memoria, fundamentalmente de los recuerdos más recientes, que dificulta la vida diaria.
  • Dificultad y falta de concentración en plantear y resolver situaciones cotidianas.
  • Dificultad para la realización de tareas habituales en el hogar, en el trabajo o en el tiempo de ocio.
  • Desorientación en el tiempo o lugar.
  • Dificultad en la comprensión visual, que afecta a la lectura, al reconocimiento de figuras, colores u objetos.
  • Problemas en el uso y compresión del lenguaje, tanto hablado como escrito.
  • Dificultad en el manejo y colocación de objetos habituales.
  • Dificultad en la toma de decisiones que afectan a situaciones de la vida diaria.
  • Pérdida de la iniciativa en las actividades comúnmente realizadas por la persona.
  • Frecuentes cambios de humor y personalidad.

Las pérdida de habilidades intelectuales van asociadas al envejecimiento, y eso no significa que la persona desarrolle algún tipo de demencia. Pero cuando esta pérdida no es ocasional, sino que va prolongándose y aumentando en el tiempo, es necesario acudir al especialista para obtener un diagnóstico.

El neurólogo es el especialista que debe examinar y valorar a la persona, dando por tanto un diagnóstico fiable respecto a si está desarrollando una demencia y valorando su tipo. En ese momento es cuando debemos comenzar el tratamiento farmacológico más adecuado del enfermo en colaboración con otros especialistas, tales como psiquiatras y geriatras, para ajustar en lo posible la medicación.

También se debe acudir a terapias de psicoestimulación cognitiva, impartidas por psicólogos y terapeutas ocupacionales, las cuales han demostrado que permiten retrasar el deterioro de las personas afectadas por demencia.

El apoyo familiar al enfermo es muy importante. Pero para que este apoyo sea efectivo, es necesario que los cuidadores, y el entorno familiar en definitiva busquen ayuda e información que les permita sobrellevar adecuadamente la evolución de la enfermedad, pues no hay que olvidar que la demencia no sólo afecta a la persona que la padece, sino que también produce un cambio drástico en la vida diaria de la familia que convive con el paciente.